María Ch. recibió la mala noticia hace aproximadamente un año. Sin que ella notara mayores síntomas, porque solamente sentía una leve picazón debajo del brazo, le detectaron cáncer de mama. A sus 42 años, tiene cuatro hijos y su enfermedad, dice, le ha cambiado su manera de ver las cosas. En su mente alberga sentimientos encontrados, pues por un lado está el temor de perder la vida y, por otro lado, la necesidad de aferrarse a este mundo para ver crecer a sus hijos menores.
María se encuentra en pleno tratamiento. Ella solamente recuerda que la picazón que sentía se acentuó un día cuando comió ají y casi de inmediato notó un pequeño nudo bajo del brazo, algo que después se convirtió en su mayor tormento. Pese a ello, todavía no se explica cómo ni por qué adquirió esta enfermedad, porque asegura que llevaba una vida normal y sana.
Pero hoy María dice que no le queda otra opción más que enfrentar el cáncer y soportar las quimioterapias y radioterapias a las que se somete una vez al mes. La dureza de estos tratamientos, que tienen la función de eliminar las denominadas células malignas, también se refleja en su rostro, al igual que en su pelo, cejas y pestañas que ya no tiene. Ella perdió su seno izquierdo, porque en éste albergaba células cancerígenas.
Esta mujer dice haber adquirido mucha fortaleza por el apoyo de su familia y los médicos del Oncológico de Santa Cruz y algunos centros privados a los cuales acudió. Ella entiende que el cáncer se debe al crecimiento de células anormales, invasivas y con la capacidad de multiplicarse, pero también que esta enfermedad tiene cura.
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